Nadie puede saberlo, es cierto. Cuando esta tragedia que vivimos haya
pasado, vamos a poder recordar estos tiempos heroicos con el mismo
placer de un andinista cuando llega a la cumbre, o mejor, cuando llega a
su casa sano y salvo. Cuando se logre salir de este laberinto, del que hoy no
podemos saltar o escapar con ningún Minotauro porque las alas de cera
(léase vacunas) no están y - si Dios quiere - la pandemia poco a poco pase a
una de las más curiosas anécdotas, seguramente vamos a tener mucho para ir
pensando, previendo, modificando...
Vamos a contarle a los más jovencitos que hubo una gran concurrencia a
una fallida tercera fecha del karting, que estábamos confiados que se iba
a poder realizar, porque los grandes estadistas (los cuales lamentablemente
Argentina carece) anuncian con suficiente tiempo la entrada en cuarentena,
o la "bajada" de Fase, como para que todos tomen sus recaudos y estén más
o menos preparados para el encierro.
Pero no, un viernes pasado el mediodía un gobernador sacó un decreto que
prohibía todo (menos el TC porque es un gran negociado en el que están
muchos organismos oficiales involucrados) y cada cual se las debió arreglar
para llegar a su ciudad de destino, incluso con el tiempo acotado por las
restricciones. Vamos a recordar la catarata de comunicados, autorizando
eventos que jamás se realizaron. Vamos a recordar el flaco valor de la palabra
de más de un dirigente que tuvo que poner la mano en el fuego y salió quemado.
Vamos a recordar el festejo anticipado de pilotos y talleristas por haber encontrado
un resquicio en una carrera ajena, que tenían protocolo aprobado y nuevamente
la palabra de un intendente demostró valer menos que la pomada para los mocasi-
nes, tan adictos ellos a llevarlos relucientes.
Vamos a recordar ese domingo en el que un grupo de corajudos pilotos de karting y
de Competición Especial 850 se apostaron en la calle de entrada del autódromo de
Concepción del Uruguay pidiendo ser escuchados, que ellos también tenían el
mismo derecho a hacer su deporte favorito que el puñado de bonaerenses y
porteños que estaba haciendo actividad en el lugar que la ciudadanía les
concede, porque es un sitio hecho, mantenido y administrado para la práctica
del deporte motor. Como el estadio para el básquet (que sí se estaba jugando)
o la cancha de fútbol (ídem) con la pequeña, sutil diferencia de que el autódromo
no es un lugar cerrado, es al aire libre.
Vamos a recordar, tal vez llorando, a los que perdimos durante la pandemia
esperando las vacunas, que no son una dávida sino un derecho, puesto que los
laboratorios no la venden a entidades privadas sino directamente a los gobiernos.
Vamos a recordar felices a los que la sacaron barata, estuvieron cara a cara con
los pacientes Covid y no se contagiaron... porque muchos de los que se dedican
a esta actividad deportiva son a la vez personal esencial y más de uno se desempeñó
en un Centro de Salud o en un Hospital. O al menos tuvo un familiar directamente
involucrado, como quien estas líneas escribe.
Por cierto, también recordaremos a los que nos acompañaron y el virus se llevó, ya
hay muchos no solamente el intendente Bogdan de Gualeguay o el inolvidable
"Gordo" Bentancur de Gualeguaychú. A los anónimos que recibieron todos los
palos habidos y por haber, cuya función al mando de un autódromo nunca fue, ni
es ni será lo suficientemente valorada, por más que algunos crean que el pasto se
corta solo o los pianos se pintan en un minuto, sin olvidarnos por cierto de los
necios que decían "Para eso les pagan..." ignorando que a algunos se les pagó
solo la mitad del sueldo mientras duró la pandemia y a otros directamente no se
les abonó lo prometido.
Soñar, dicen, no cuesta nada. Y si vamos a soñar hagámoslo en grande. Que ese
día que nos encuentre al fin libres también nos encuentre unidos, fuertes y con
más ganas de organizar, dirigir, fiscalizar, correr, narrar lo acontecido y (¿porqué
no decirlo?) expresarse con absoluta libertad en el debido marco de respeto por
las redes sociales...
Que cuando llegue ese bendito día podamos - los sobrevivientes, obvio- decir con
orgullo que pusimos lo mejor de nosotros para que el terrorífico "pico de contagios"
dure los menos posible, la vacunación sea tan rápida y convincente como las
circunstancias lo requerían y que ninguno haya puesto los pies en la fangosa arena
del doble discurso protestando a viva voz o por las redes de día y concurriendo a
fiestas clandestinas por la noche.
Mientras tanto, por favor, cuidémonos. Al automovilismo entrerriano no le sobra
ninguna vida y en el día del reencuentro tenemos que estar, repito, todos juntos
para aplaudir a los verdaderos héroes sin capa, el personal sanitario.
Escribe: Alejandro Daniel Spizzirri
Foto: M.R. por gentileza de Joaquín González
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